Del libro "La Voz a las tres de la madrugada" (DVD Ediciones)
DICIEMBRE
Nieva
y
pese a ello los desheredados
vagan
por las calles
convertidos
en hombres-anuncio
Uno
proclama
el
fin del mundo
el
otro
los
precios de una peluquería del barrio.
LA
GRAN GUERRA
Jugábamos
a la guerra durante la guerra,
Margaret.
La demanda de soldados de juguete era enorme.
Estaban
hechos de arcilla,
supongo
que los de plomo los habrían transformado en balas.
Seguro
que nunca has visto nada tan hermoso
como
aquellos regimientos de arcilla. Yo solía tirarme en el suelo
durante
horas mirándoles a los ojos.
Puedo
recordar cómo ellos también me miraban, asombrados.
Qué
extraño debo haber resultado para ellos,
allí
quietos, firmes, mirando fijamente
aquella
enorme e incomprensible criatura
con
un bigote de leche.
Con
el tiempo se rompieron, o quizás los rompí yo mismo.
Había
alambre dentro de sus piernas,
en
el interior de sus pechos, pero sus cabezas estaban vacías.
Te
lo aseguro, Margaret, me cercioré de ello.
No
había absolutamente nada dentro de sus cabezas...
Como
mucho quedará un brazo, el brazo de un oficial
enarbolando
su sable en cualquier grieta
del
suelo de la cocina de mi abuela sorda.
NUBES
QUE SE ACERCAN
Se
parecía a la vida que querríamos.
Fresas
salvajes con nata por la mañana.
La
luz del sol en cada habitación.
Nosotros
dos caminando desnudos junto al mar.
Alguna
que otra tarde, sin embargo, nos descubríamos
inseguros
ante lo que estaba por venir.
Como
actores trágicos en un teatro en llamas
con
pájaros volando en círculos sobre nuestras cabezas.
Los
oscuros pinos extrañamente inmóviles
cada
piedra que pisábamos ensangrentada por la puesta de sol.
Una
vez estábamos en nuestra terraza con una copa de vino.
¿Por
qué persiste siempre la intuición de un final infeliz?
Nubes
de apariencia casi humana
se
acercan por el horizonte, pese a la paz luminosa
del
aire apacible y el mar en calma.
La
noche nos alcanza de súbito, una noche sin estrellas.
Enciendes
una vela, desnuda la llevas
a
nuestra habitación y la apagas despacio.
Los
oscuros pinos y la hierba extrañamente inmóviles.